Envenenador suelto en Palermo perros muertos y siete internados

Lo que comenzó como un paseo cotidiano terminó en una escena desgarradora. Román, un perro sano y querido del barrio de Palermo, cayó muerto a las pocas cuadras después de haber comido algo en la vereda.

Esa imagen se convirtió, para muchos, en la evidencia de una amenaza silenciosa que mantiene en vilo a cientos de vecinos: la sospecha de un envenenador suelto en una de las zonas más transitadas y elegidas por quienes tienen mascotas.

“Le temblaban las patitas, salió espuma de la boca y se desplomó delante de nosotros”, me contó Ulises, todavía con la voz quebrada, a metros de la esquina de Arce y República de Eslovenia. No fue el único caso: en el mismo fin de semana murieron al menos otros dos perros y hay siete más internados.

Las veterinarias de la zona hablan también de gatos intoxicados y palomas que aparecieron muertas en las veredas. Nadie puede decirlo con certeza, pero todo indica que hay algún tipo de veneno esparcido y todavía se desconoce su origen.

Este tipo de hechos no son nuevos en la Ciudad de Buenos Aires, pero pocas veces se habían concentrado en un radio tan pequeño. El propio Ulises me explicó que, al hablar con el paseador de Román, se enteraron que otros dueños habían advertido síntomas similares.

Así, entre varios vecinos, conformaron una suerte de red informal de información: “Todos los casos están dentro de tres cuadras”. Desde entonces, grupos de WhatsApp, redes sociales y hasta mapas digitales advierten cuáles son las esquinas donde aparecieron animales intoxicados.

“En Soldado de la Independencia y Ortega y Gasset, Alma empezó con convulsiones y no se podía mantener de pie. Cuando la llevamos a casa vomitó espuma blanca”, narró Cecilia Domínguez, abogada especializada en derecho animal.

Ella no sólo perdió a su perra sino que, además, presentó una denuncia formal ante la Fiscalía de la Ciudad por el posible arrojo de sustancias tóxicas en la vía pública. Según supo, en su veterinaria también mencionaron llamadas por aves envenenadas.

La preocupación crece, sobre todo, porque se desconoce si se trata de un acto deliberado o de otro tipo de sustancia mal dispuesta.

En diálogo con la prensa, la veterinaria Andrea Rodríguez dejó dos recomendaciones clave: colocar bozal a cada mascota y evitar, por el momento, que los perros salgan con paseadores o queden lejos de la supervisión directa del dueño.

Además, explicó que los síntomas aparecen de forma casi inmediata: temblores, salivación excesiva, vómitos, diarrea y convulsiones. Muchos propietarios piensan inicialmente en una simple gastroenteritis, y ese retraso puede costarles minutos cruciales.

Personalmente, camino seguido por esas calles, y conozco lo que significa para cientos de vecinos salir con sus perros como parte de una rutina afectiva.

Hoy reina el miedo. Hay quienes optaron por dejar de sacar a sus animales y directamente les acondicionaron un espacio dentro de sus departamentos.

Otros crearon grupos de difusión barrial en Instagram donde publican fotos, actualizaciones y hasta alertas minuto a minuto sobre cada nuevo caso sospechoso.

Frente al revuelo, el Gobierno de la Ciudad informó que desplegó operativos de sanitización e hidrolavado en las calles del barrio de Palermo y que intervino la División Delitos Ambientales de la Policía de la Ciudad.

La Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA) inició actuaciones el 14 de agosto y la causa ya se encuentra en trámite. Aunque esta respuesta oficial representa un avance, muchos vecinos reclaman mayor presencia de inspectores y cámaras, porque temen que algún responsable vuelva a actuar.

Desde una perspectiva legal, vale recordar que el maltrato o la matanza de animales está penado por la Ley 14.346, que prevé penas de entre 15 días y un año de prisión.

Sin embargo, en los hechos, la mayoría de las causas prescriben o quedan archivadas por falta de pruebas concretas.

Por eso, algunos abogados expertos en derecho animal insisten en que se tipifique el envenenamiento intencional como un delito más grave, especialmente si se comprueba que hubo planificación.

En lo personal, considero que este caso reaviva un debate pendiente: la convivencia urbana entre seres humanos que conviven con sus mascotas como parte de la familia y la presencia, cada vez más evidente, de personas que actúan con una crueldad difícil de explicar.

Algunos sostienen que se trata de alguien que “odia a los perros”, otros hablan de residuos tóxicos tirados por error. Lo cierto es que, a medida que pasan las horas, crece el número de animales afectados y, con ellos, el nivel de angustia.

Mientras tanto, continúan circulando consejos preventivos: no permitir que los perros huelan o coman nada de la calle, revisar las veredas antes de caminar, usar bozales seguros y acudir de forma urgente al veterinario ante los primeros síntomas.

También se sugiere hacer la denuncia inmediata en la Comisaría 14B o directamente en la UFEMA, adjuntando ubicación, hora y síntomas del animal.

No es la primera vez que los vecinos de Palermo sufren casos de envenenamiento. A fines del año pasado se reportaron episodios similares cerca del Jardín Botánico y de Plaza Alemania.

En aquel entonces, el foco estuvo puesto en residuos de rodenticidas utilizados por consorcios sin señalizar correctamente. Todo indica que, con un control más riguroso, este tipo de tragedias podría evitarse.

Es urgente que se investigue a fondo y que se avance con rapidez. No sólo por los animales que ya murieron, sino para evitar nuevas víctimas.

Yo mismo, como amante de los perros y habitual cronista de temas barriales, siento un profundo dolor al ver cómo una caminata habitual terminó en tragedia para tantas familias.

Las mascotas no son cosas: son parte de nuestra vida cotidiana, representan compañía, afecto, rutina y, en muchos casos, contención emocional. Quien atenta contra ellas, atenta contra el corazón mismo de una comunidad.

En definitiva, este episodio no puede quedar impune ni en el olvido. Las autoridades deben investigar, comunicar y proteger de forma activa.

Pero también los vecinos tenemos un rol fundamental: mantenernos informados, compartir datos, cuidar entre todos a nuestros animales y exigir justicia.

Si algo nos enseñó este caso, es que la organización y la visibilización pueden marcar la diferencia. El barrio de Palermo está alerta y movilizado.

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