Cliba logra la carbono neutralidad y marca un hito en Argentina

La noticia de que Cliba, una de las divisiones de Benito Roggio Ambiental (BRa), se convirtió en la primera empresa de gestión de residuos urbanos de Argentina en certificar la carbono neutralidad es más que un logro empresarial: es una señal de que la sustentabilidad empieza a ser parte de la agenda central en los servicios urbanos de gran escala.

La certificación, avalada por SCS Global Services, garantiza que la compañía logró compensar el 100% de sus emisiones de gases de efecto invernadero en la Ciudad de Buenos Aires, un desafío de enorme complejidad que hoy se traduce en resultados concretos.

Reporte Acciones Sustentables

“Este paso representa un compromiso con las ciudades y con las personas que viven en ellas. La carbono neutralidad no es solo un concepto técnico, es un cambio de paradigma en la manera de entender la gestión de los residuos y la responsabilidad ambiental”, explicó Gabriela Ananía, Gerente de Relaciones Institucionales y Comunicaciones de Benito Roggio Ambiental.

El camino hacia la carbono neutralidad no se limita a la reducción de emisiones: se trata de un proceso integral que incluye medir, verificar, compensar y, sobre todo, sostener en el tiempo un esquema de operaciones con impacto positivo.

En este caso, Cliba compensó su huella de carbono con la energía renovable generada en la Planta Central Buen Ayre, ubicada en el Complejo Ambiental Norte III.

Allí, el biogás que surge de los residuos recolectados en la Ciudad de Buenos Aires se transforma en electricidad, reduciendo emisiones y cerrando un círculo virtuoso de circularidad interna.

Este modelo, conocido como insetting, implica que las reducciones de gases de efecto invernadero se realizan dentro de la propia cadena de valor, evitando recurrir a proyectos externos.

La certificación se obtuvo bajo el estándar internacional SCS-108 y a través de una auditoría independiente que verificó las operaciones bajo los lineamientos de la norma ISO 14064-1.

No se trata, por lo tanto, de una declaración unilateral, sino de un reconocimiento formal que da transparencia y solidez a los resultados alcanzados.

En un contexto global en el que las ciudades generan cada vez más residuos y las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando, este tipo de iniciativas marcan un precedente valioso.

En el 2024, el 100% de la huella de carbono de Cliba fue compensada con las reducciones generadas en la Planta Central Buen Ayre.

Ese dato revela no solo la magnitud del esfuerzo, sino también la decisión de apostar por un sistema que combina innovación tecnológica con responsabilidad ambiental.

A la vez, se enmarca en el 7º Reporte de Acciones Sustentables de Benito Roggio Ambiental, que reúne las principales iniciativas implementadas en el último año y se posiciona como una hoja de ruta hacia una economía más circular.

Cliba, además, no limita su impacto a la Ciudad de Buenos Aires. Sus operaciones se extienden a Santa Fe, Neuquén, Centenario, San Patricio del Chañar y San Isidro, donde también lleva adelante programas de higiene urbana con foco en eficiencia y sustentabilidad.

En la capital porteña, tiene a su cargo la recolección y limpieza en barrios como Palermo, Recoleta, Belgrano, Núñez y Colegiales, donde la gestión de residuos es un desafío diario por la densidad poblacional y el volumen de desechos.

La empresa ya contaba con el Sello Verde nivel Oro, otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que la ubicó en la máxima categoría en gestión sustentable.

Ahora, con la carbono neutralidad certificada, refuerza un liderazgo que la distingue dentro del sector ambiental en el país.

Según datos de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad, los porteños generan en promedio más de 1 kilo de residuos por día, una cifra que multiplica la relevancia de este logro.

Más allá de los certificados, la importancia de este hito radica en lo que significa para el futuro. La gestión de residuos y la lucha contra el cambio climático suelen verse como problemas separados, pero Cliba mostró que se pueden vincular en un mismo proceso de innovación.

No se trata solo de limpiar calles o recolectar bolsas: es también una manera de pensar cómo cada acción diaria impacta en la huella de carbono y en el bienestar colectivo.

El desafío ahora será mantener y profundizar estos estándares, y quizás, abrir el camino para que otras empresas de servicios urbanos en Argentina avancen en la misma dirección.

La experiencia de Cliba demuestra que la carbono neutralidad no es una meta inalcanzable, sino un objetivo posible cuando la estrategia ambiental se integra a la operación cotidiana de una empresa.

En lo personal, creo que este tipo de logros deben ser leídos como una oportunidad. Si una compañía que maneja residuos —uno de los sectores más complejos en términos de impacto ambiental— puede certificar carbono neutralidad, el mensaje hacia otras industrias es claro: con decisión, inversión y compromiso, los cambios son posibles. La sustentabilidad no debería ser un accesorio, sino el corazón de cada modelo de negocio que pretenda proyectarse hacia el futuro.

La carbono neutralidad de Cliba, lejos de ser un punto final, marca el inicio de una etapa en la que la sustentabilidad se convierte en la verdadera medida del progreso.

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