Los robots ya están sobre nosotros

“Y… la tuve que echar”. “Nos trajo un certificado médico, pero fue tan tonta que posteo unos videitos borracha en una fiesta en Pinamar”.

“La batió una compañera que no la bancaba y no me quedo más remedio”.

Este es un caso real de hace apenas una semana presenciado por quien esto escribe.

A esta altura, rumor urbano o no, todos conocemos el cuento de alguien más que capacitado/a que no consiguió un trabajo o que vio destruido su matrimonio por una foto o comentario equivocado.

La masificación de las redes sociales, con todo lo bueno que conllevan, se ha convertido en una Caja de Pandora, capaz de arruinar, parejas, amistades y trabajos.

Sin entrar en calificaciones morales, seres solitarios, novios y novias, padres, empleadores y empleados “se vigilan” en la www y cualquier paso en falso “se paga”, al punto que hoy es común eso de “No, no te estoy stalkeando, solo quería ver…” (cada uno sabrá si creerle o no al interlocutor).

Es que la línea entre el ciberacoso (en inglés ciberbulling o ciberstalking) y lo que puede ser un interés enfermizo o inocente, es cada vez más fina.

¿Quién podría culpar a una madre con dos hijos de “hacerle el veraz” a su nuevo “candidato”, a la empresa que busca corroborar lo que un potencial gerente dice sobre si, o a la enamorada que busca conocer cómo era “el” de bebito?.

Hasta ahora todas estas actividades, fuesen una sana investigación o acoso tenían un problema/ventaja: se hacían a pulmón, googleando, buscando “el face”, revisando los tweets, etc. lo que limitaba su alcance. No más.

De a poco y sin que nos demos cuenta, con mejor comprensión de la “big data” la tan temida Inteligencia Artificial (AI) se está metiendo en nuestra vida, al punto que en cinco o diez años no podemos ni imaginarnos la repercusión que tendrá.

Uno de los primeros brotes lo tuvimos el año pasado con la aparición de Predictim, un algoritmo que por u$s24.99 realizaba un escaneo en las redes para trazar un perfil de riesgo en base al nivel de “acoso”, “desconsideracion”, “uso de contenidos explícitos” y “abuso de drogas”, de potenciales candidatos a trabajar como “baby sitters” (todos hemos visto los videos de la niñera que insulta o golpea una criatura, solo por llorar).

El sitio fue un éxito inmediato entre los padres, pero también denostado por los medios –se lo acusa de discriminación-, al punto que Facebook, Instagram y Tweeter (los del escándalo de la venta de “su” información personal a Cambridge Analytics, entre otros) le negaron el acceso a pesar que los análisis solo se realizaban con permiso de los involucrados y sobre información pública. Hoy la empresa cesó sus operaciones –no cerró- y se encuentra en un proceso de revisión de sus modelos.

Dado que la AI es básicamente en un proceso de aprendizaje continuo, buscando ver donde estamos parados, decidimos probar Frrole Deepsense, un algoritmo para la contratación de personal gerencial.

Si bien casi todas las grandes empresas utilizan desde principios de la década algún sistema automatizado para escanear las redes y corroborar currículos y habilidades de potenciales candidatos, lo que permite la AI es analizar en apenas unos minutos (en lugar de semanas con humanos) y de manera absolutamente fría algo que es tanto o más gravitante: las personalidades.

Deepsense no es perfecta –insistimos, AI es un proceso de aprendizaje- y tampoco la única en este juego (por caso Unilever esta desarrollando su propio sistema, Ideal se enfoca en puestos masivos, etc.), si bien es la de mejor reputación, con clientes como eBay, el Instituto Smitsoniano, Grey Group, Atlantic, etc. publicando atributos con una significancia estadística mayor al 80%.

Sin avisarles, para probar el sistema (que tiene una versión más limitada y gratuita) y cocientes que por ahora no es más que un indicador y no un elemento clave en la decisión laboral, escogimos para ver quien cubriría mejor el puesto de director en una firma financiera a un amigo, administrador de empresas, sumamente popular en los medios, gerente de una de las instituciones del sistema y director en otras; a uno de los mejores periodistas financieros del país, con algunos libros de su autoría, conferencista y habitual invitado a diversos programas de TV y radio, y por último y como testigo… la esposa de quien esto escribe, jefa de medios regional para una multinacional norteamericana, de perfil extremadamente bajo.

Los tres de más de 40 años, profesionales, de altísima reputación y profusa actividad en las redes; los tres con personalidades conocidas hace años por quien esto escribe (a los dos primeros usted los conoce).

Después de proporcionarle la info básica y un par de minutos de revisar las redes, la aplicación proporciona un resumen del historial laboral, estudios, intereses, afinidades, actividad social y lo que es el núcleo de su servicio y donde entra la AI: el perfil de personalidad.

Aquí provee cuatro informes: una puntuación de 1 a 10 de los rasgos de actitud y presencia, necesidad de autonomía, habilidades para el trabajo en equipo, comportamiento general, focalización, potencial de estabilidad y capacidad de aprendizaje; realiza un examen de extroversión, estabilidad emocional, apertura, nivel de agradabilidad y autoconciencia; un análisis de dominancia, influencia, persistencia y “calculatividad y finamente un resumen escrito en base a todo lo anterior.

¿Los resultados?. Asustan! (no los publicamos por razones de espacio y privacidad). ¿Ganador?… la esposa de quien esto escribe.

La inteligencia artificial ya está comenzando a digitar nuestra vida.

El consejo es: cuidado con lo que pone en las redes y sobre todo…cuidado con quien se casa.

SitiosHoy

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