Dos delincuentes reincidentes fueron detenidos por la Policía de la Ciudad tras ser sorprendidos robando espejos retrovisores de motos en Palermo. Entre ambos suman más de 20 antecedentes penales, uno con pedido de captura vigente desde 2024.
Estamos ante sujetos que viven del delito y no respetan ni la ley ni al prójimo. La reincidencia y violencia con la que actúan es un reflejo de lo que enfrentamos a diario, expresó una fuente policial con conocimiento directo del operativo, que valoró la rápida acción del Grupo Motorizado para impedir que escaparan.
Los hechos ocurrieron en el barrio porteño de Palermo, en dos operativos distintos pero con características similares: hombres mayores de edad, con un largo prontuario delictivo, robando piezas de motovehículos estacionados en la vía pública y huyendo con las manos llenas de espejos retrovisores.
La modalidad se repite cada vez con más frecuencia: es rápida, silenciosa y el botín es fácilmente vendible en el mercado negro de repuestos.
El primer hecho se registró cuando un llamado al 911 alertó sobre un robo en proceso en la intersección de Charcas y Bonpland. Al llegar al lugar, los efectivos de la Comisaría Vecinal 14 B, junto al Grupo Motorizado, montaron un operativo cerrojo y lograron interceptar al sospechoso a escasos metros del lugar.
Durante la requisa, realizada en presencia de testigos, encontraron en su mochila los espejos robados. La damnificada, dueña del rodado, se presentó en el lugar y reconoció tanto a su agresor como a las piezas sustraídas.
Pocas horas después, en Charcas y Fitz Roy, los oficiales observaron una escena casi calcada: un hombre manipulando los retrovisores de una moto estacionada.
Al notar la presencia policial, el sospechoso intentó escapar corriendo con tres pares de espejos en su poder. Se desplegó de inmediato otro cerrojo que culminó con su captura en la avenida Santa Fe y Bonpland, aunque no sin consecuencias: en su afán por huir, el delincuente impactó contra una moto policial, provocando la caída del efectivo conductor, quien debió ser asistido por el SAME y trasladado al Hospital Fernández con diagnóstico de policontusión.
Ambos detenidos tienen un frondoso historial. Entre los dos suman más de 20 antecedentes por robos, hurtos, violencia, resistencia a la autoridad, actuación como trapitos ilegales, e incluso uno de ellos tenía un pedido de captura vigente desde el año pasado.
La reincidencia no es novedad en estos casos, pero sí lo es la impunidad con la que se mueven por las calles porteñas, especialmente en zonas concurridas como Palermo, donde los vecinos ya no solo temen dejar el auto en la calle, sino también sus motos.
“Es una problemática que vemos crecer: el robo de autopartes o motopartes se volvió cotidiano. Los repuestos son caros y fáciles de revender, por eso son blanco de estas bandas”, explicó un agente de la Policía de la Ciudad.
En este caso, se trató de dos hechos aislados, aunque los investigadores no descartan que los involucrados integren una red mayor que abastece a talleres o vendedores ilegales de repuestos.
Las autoridades judiciales intervinientes, encabezadas por el Juzgado Correccional N° 8, a cargo de la Dra. Bernan y la Secretaría N°125 de la Dra. Samaniego, dispusieron la detención de los imputados, el secuestro de los elementos robados y la preservación de las motos dañadas.
El proceso judicial ya está en marcha, aunque no son pocas las voces que piden sanciones más duras para evitar que estos delincuentes vuelvan a las calles en cuestión de días.
Además de la alarma vecinal, este tipo de delitos tiene una consecuencia más amplia: alimenta un mercado ilegal que perjudica a miles de ciudadanos honestos, que no solo pierden sus pertenencias, sino que muchas veces deben afrontar costos elevados para reponer las piezas, ya sea por robo o por daños colaterales. Los seguros no siempre cubren este tipo de hurtos, lo que hace que el perjuicio económico sea aún mayor.
Desde distintas organizaciones vecinales han manifestado su preocupación por la creciente ola de robos menores que, en conjunto, generan una percepción constante de inseguridad. “Puede que no sea una entradera ni un asalto a mano armada, pero vivir sabiendo que pueden desvalijar tu moto en cuestión de segundos también genera miedo. La inseguridad tiene muchas caras”, expresó un comerciante de la zona.
El caso también vuelve a poner en agenda el debate sobre las penas para los reincidentes. ¿Cuántas veces más deben delinquir estos individuos para que el sistema judicial actúe con mayor firmeza? La sensación, entre vecinos y agentes, es que la puerta giratoria sigue funcionando y que los arrestos, por más efectivos que sean, solo logran frenar momentáneamente una conducta delictiva ya enquistada.
Como periodista que recorre y vive esta ciudad, me pregunto cuántas veces más vamos a escribir historias de robos con actores que ya pasaron por comisarías y juzgados decenas de veces.
La policía actúa, la Justicia interviene, pero la película se repite. Palermo, como tantos otros barrios porteños, no merece vivir en estado de alerta por una moto estacionada.