Cómo evitar intoxicaciones por monóxido en casa

Cuando llega el frío, las estufas se encienden y los hogares se cierran para conservar el calor. Pero con el invierno también llega un enemigo silencioso y letal: el monóxido de carbono.

Cada año, este gas invisible y sin olor causa decenas de intoxicaciones graves e incluso muertes en nuestro país. Con simples medidas de prevención, podríamos evitar tragedias que, lamentablemente, se repiten temporada tras temporada.

“El monóxido de carbono no avisa, no se siente, pero mata”, me dijo un bombero voluntario de la zona oeste del conurbano bonaerense que lleva más de 15 años interviniendo en emergencias domésticas.

“Muchas veces nos llaman cuando ya es tarde. Por eso insistimos tanto con la ventilación y el chequeo de los artefactos de gas”, agregó con la voz cargada de experiencia y preocupación.

El monóxido de carbono (CO) es producto de la combustión incompleta de materiales como el gas natural, la leña, el carbón, la nafta o el kerosén.

La razón por la cual es tan peligroso es que es incoloro, inodoro, insípido y no irritante. Es decir, no podemos detectarlo por ninguno de nuestros sentidos. Y, en cuestión de minutos, puede generar consecuencias graves o incluso letales.

Cuando una persona inhala este gas, el monóxido se une a la hemoglobina en la sangre con una afinidad 200 veces mayor que el oxígeno, impidiendo que este último llegue a los tejidos.

La intoxicación se manifiesta con síntomas como dolor de cabeza, náuseas, mareos, debilidad o pérdida del conocimiento. En casos severos, la muerte puede llegar en pocos minutos.

Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, cada año se reportan alrededor de 2000 casos de intoxicación por monóxido de carbono en Argentina, y se estima que unas 200 personas mueren por esta causa.

Muchos de estos episodios ocurren durante la noche, mientras las víctimas duermen, sin advertir que su calefactor estaba funcionando mal o que el ambiente no estaba ventilado.

Existen formas claras y concretas de evitar estas situaciones. En primer lugar, es fundamental no utilizar artefactos sin salida al exterior —como estufas sin tiro balanceado— en dormitorios o baños. Además, nunca hay que calefaccionar un ambiente con hornallas u hornos de cocina, ni mucho menos dejar braseros encendidos durante la noche.

Una de las principales recomendaciones de los especialistas es realizar al menos una vez por año una revisión completa de los artefactos de gas, calefactores, estufas y calderas, a cargo de un gasista matriculado.

También se debe verificar que las rejillas de ventilación no estén obstruidas, y que exista una correcta circulación de aire en todos los ambientes.

Las estadísticas muestran que gran parte de los accidentes podrían evitarse si las personas adoptaran estos cuidados básicos.

Pero muchas veces, por desconocimiento o por ahorrar en reparaciones, se postergan medidas clave. “Una revisión de un gasista cuesta menos que una urgencia médica. Y puede salvar vidas”, comentó una médica clínica del Hospital Fernández, uno de los centros de referencia en atención por intoxicación.

Ante la aparición de síntomas como los ya mencionados —mareos, dolor de cabeza, vómitos o debilidad— se recomienda actuar de inmediato.

Lo primero es salir del ambiente afectado y abrir puertas y ventanas para ventilar. Luego, concurrir al hospital más cercano o comunicarse con un servicio de toxicología.

En la Ciudad de Buenos Aires, funcionan tres centros de atención las 24 horas:

  • Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez (Gallo 1330): 4962-6666 / 2247
  • Hospital de Niños Pedro Elizalde (Av. Montes de Oca 40): 4300-2115
  • Hospital General de Agudos Juan A. Fernández (Cerviño 3356): 4801-7767 / 4808-2655

Los médicos recuerdan que no hace falta estar al borde del desmayo para consultar. “Más vale una consulta de más que una vida menos”, repiten en las guardias.

En lo personal, creo que debemos hacer mucho más para tomar conciencia sobre este tema. Las campañas de prevención existen, pero todavía no tienen el alcance que deberían.

Tal vez sea porque el monóxido de carbono, al no verse ni olerse, no genera el mismo nivel de alarma que otros peligros. Pero eso no lo hace menos letal.

La mejor arma que tenemos para combatir este enemigo invisible es la información. Saber cómo prevenir, reconocer los síntomas y actuar a tiempo puede marcar la diferencia entre una anécdota de susto y una tragedia. No esperemos a que nos toque de cerca para reaccionar.

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