El Ecoparque porteño suma un atractivo que cautiva a vecinos y turistas: el mirador del Lago Darwin, un mangrullo que invita a contemplar desde las alturas la riqueza natural del predio.
Con acceso gratuito y sin requisitos previos, esta propuesta se consolida como una de las actividades más buscadas para quienes buscan desconectar de la vorágine urbana sin salir de la ciudad.
Queremos que la gente se acerque, observe y se sorprenda con la vida silvestre que convive en plena Buenos Aires, explicaron desde el Ecoparque, donde destacan que la apertura del mirador responde a la creciente demanda de experiencias de contacto directo con la biodiversidad.
El mirador del Lago Darwin, ubicado a escasos metros del acceso principal por Plaza Italia, abre sus puertas de martes a domingos a partir de las 15 horas.
Sin necesidad de inscripción previa ni costo alguno, se convierte en una actividad inclusiva y accesible para todas las edades. Desde lo alto, la vista permite dimensionar la magnitud del lago y su entorno, un verdadero pulmón verde enclavado en pleno barrio de Palermo.
El Lago Darwin no es solo un punto de contemplación: constituye un hábitat vital para numerosas especies. Allí se alimentan y reproducen aves como zorzales, golondrinas, caranchos y biguás, que con su vuelo colorean el cielo porteño.
En sus orillas se desplazan reptiles como tortugas de laguna y lagartos overos, mientras que entre la vegetación suelen asomar coipos, mamíferos semiacuáticos que encuentran en este ecosistema un refugio seguro.
Pero la riqueza no se agota allí: insectos de todo tipo, desde mariposas hasta libélulas, escarabajos y avispas, forman parte de un delicado equilibrio que sorprende a quienes observan con paciencia.
Incluso, en el agua se detectan pequeños crustáceos, ranas y caracoles que completan la cadena de vida de este espacio. Para los especialistas, la preservación de estos ambientes dentro de un contexto urbano es clave no solo para la fauna, sino también para la educación ambiental de la comunidad.
Según datos del propio Ecoparque, cada año más de 700 mil personas participan en sus visitas educativas, recorridos guiados y actividades recreativas.
La incorporación del mirador refuerza esta misión: ofrecer una experiencia distinta, capaz de combinar esparcimiento con concientización. “Cuando un chico descubre que en medio de la ciudad puede haber tortugas, coipos o aves migratorias, ese aprendizaje queda grabado para siempre”, señalan los guías.
El mangrullo, construido con maderas certificadas y diseñado con criterios de sustentabilidad, también responde a un objetivo arquitectónico: integrar la infraestructura al entorno natural sin alterar el paisaje.
Desde allí, el visitante no solo obtiene una postal inigualable del lago, sino que también adquiere otra perspectiva sobre la relación entre el hombre y la naturaleza.
La importancia del Lago Darwin trasciende lo turístico. En los últimos años, se ha convertido en un espacio de estudio para investigadores y estudiantes universitarios que analizan la biodiversidad urbana.
El agua del lago, con su vegetación acuática y ribereña, actúa como filtro natural, lo que permite que el ecosistema se mantenga en equilibrio a pesar de estar rodeado por una de las zonas más transitadas de la Ciudad.
Además, el mirador representa una oportunidad de accesibilidad cultural. En tiempos en los que los espacios verdes son cada vez más valorados, poder acceder gratuitamente a un lugar de contemplación y aprendizaje es una apuesta a democratizar el disfrute de la naturaleza. Familias, estudiantes, turistas y adultos mayores encuentran aquí un punto de encuentro intergeneracional.
Como periodista, al recorrer el lugar percibí la calma que contrasta con el ruido de la Avenida Santa Fe. El canto de los pájaros y el movimiento de los insectos generan un microclima que invita a quedarse más tiempo del previsto.
Mirar el atardecer desde el mangrullo, con el reflejo anaranjado sobre el agua y las aves regresando a sus nidos, es una experiencia que explica por sí sola por qué el mirador ya se volvió una parada obligada.
El mirador del Lago Darwin no solo es una ventana hacia la biodiversidad porteña, también es un recordatorio de que la naturaleza resiste y florece aún en el corazón de la ciudad. Una invitación a detenerse, observar y redescubrir la vida que late a metros del asfalto.