La Policía de la Ciudad desplegó un fuerte operativo en el Monumental que dejó un saldo contundente: 49 “trapitos” demorados, 65 hinchas impedidos de ingresar por estar en el registro de derecho de admisión, un deudor alimentario notificado y más de 400 actas contravencionales labradas.
La medida se enmarca en la estrategia de reforzar la seguridad en partidos de alta convocatoria, como el que disputaron River Plate y Palmeiras por la Copa Libertadores.
“Se trata de garantizar que los espectáculos deportivos se desarrollen en paz, sin la presencia de violentos, ni de quienes buscan lucrar de manera ilegal con el público”, destacaron fuentes del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño.
El megaoperativo, que involucró a distintas divisiones de la Policía de la Ciudad, reflejó la intención de profundizar los controles y cerrar el paso a prácticas históricas que acompañaron al fútbol argentino.
El despliegue incluyó controles en los anillos de acceso, requisas con el sistema Tribuna Segura y la participación de personal especializado del Departamento de Actuaciones Judiciales.
Allí se registraron los principales incidentes: tres personas terminaron detenidas y trasladadas a la comisaría de la zona.
Entre ellas, dos hermanos, un hombre y una mujer, que reaccionaron violentamente contra los agentes al descubrir que intentaban entrar con un carnet que no les correspondía.
Otro episodio llamativo ocurrió con un hombre que se identificó como abogado y que, según testigos, se mostró alterado cuando a la persona que lo acompañaba se le negó el ingreso por estar incluida en la lista de derecho de admisión.
El altercado obligó a la intervención policial, y el caso quedó a disposición de la Unidad de Flagrancia Norte, a cargo del fiscal Norberto Brotto.
En materia de derecho de admisión, las autoridades informaron que 65 simpatizantes fueron impedidos de acceder al Monumental.
A diferencia de otros encuentros, esta vez la base de datos no solo incluyó a hinchas locales, sino también a seguidores del Palmeiras, en virtud de la información remitida por organismos de seguridad de Brasil.
Así, el sistema amplió su alcance y funcionó como un cerrojo para aquellos que tenían antecedentes de violencia o causas pendientes vinculadas al fútbol.
Uno de los datos más singulares fue el caso de un simpatizante al que se le negó el acceso por figurar como deudor alimentario.
La normativa vigente en la Ciudad contempla esta restricción, en el marco de una política que busca hacer cumplir con las obligaciones familiares a través de medidas adicionales, incluso en ámbitos deportivos.
En total, se confeccionaron 400 actas contravencionales. La gran mayoría, 239, se vinculó a la infracción del artículo 110 del Código Contravencional, que sanciona el intento de ingreso sin entrada o utilizando un carnet ajeno.
Estas situaciones se detectaron principalmente en los primeros anillos de control, antes de llegar al estadio, donde se concentra la mayor parte del dispositivo de seguridad.
El resto de las actas estuvieron asociadas a actividades ilegales en la vía pública, como el estacionamiento indebido controlado por “trapitos”.
La figura de los cuidacoches ilegales sigue siendo una de las problemáticas más persistentes en torno a los grandes eventos deportivos.
Los 49 demorados en las inmediaciones del Monumental forman parte de un fenómeno que, pese a los continuos operativos, no termina de erradicarse.
Desde el Gobierno porteño insisten en que los controles buscan desarticular estas redes que lucran con la necesidad de los hinchas de encontrar dónde dejar sus autos.
Este operativo se suma a otros realizados en partidos recientes, con resultados similares: cientos de actas, ingresos frustrados y la identificación de personas con antecedentes.
Según datos oficiales, en lo que va de la Copa Libertadores ya se impidió el ingreso a más de 300 personas en distintos estadios del país, lo que demuestra la magnitud del trabajo que exige este tipo de eventos internacionales.
Más allá de las cifras, lo cierto es que la política de reforzar la seguridad en los estadios parece consolidarse como una herramienta para desalentar la violencia y la ilegalidad en torno al fútbol.
Sin embargo, también abre el debate sobre la eficacia de estas medidas para erradicar de fondo los problemas estructurales del deporte, vinculados a las barras bravas, las mafias del estacionamiento y la reventa de entradas.
Lo ocurrido en el Monumental deja en claro que el fútbol argentino sigue siendo un terreno donde se cruzan la pasión popular, los negocios clandestinos y la necesidad de un Estado firme que regule y controle.
El desafío, como siempre, será sostener este nivel de vigilancia en cada partido, más allá del rival o de la magnitud del torneo.
En primera persona, puedo decir que cubrir este tipo de operativos permite observar de cerca cómo se combinan la logística policial, la tensión de los hinchas y la persistencia de prácticas que parecían naturalizadas.
Es un recordatorio de que el espectáculo deportivo no termina en la cancha, sino que se juega también en los alrededores, donde la seguridad, la convivencia y el respeto a la ley deben ser tan protagonistas como el fútbol mismo.
