Núñez arde de bronca por la eliminación en la Copa

Ayer se pudo disfrutar un partido dramático en el Sur, river ganaba 2-0 y 3-0 en el global.

Pero Lanús lo dio vuelta y avanzó a la final, hubo polémica con el VAR y un Sand enorme.

Misión cumplida. Sand, Acosta, Denis y Silva celebran la victoria de Lanús y el pase a la final de la Copa Libertadores. Ponzio y Pinola son la imagen de la resignación. (Juano Tesone)

Prohibido apoyarse en la libreta de apuntes, esa que enumera situaciones de gol, cambios posicionales, ocasiones desperdiciadas.

No vale ampararse en errores táctico-estratégicos, goles errados, patadas que merecían roja directa. Incluso debe apartarse, por esta vez, el bendito VAR, que saltó a escena envuelto en polémicas y que, es cierto, serviría para explicar alguno de los vaivenes del resultado.

Es tiempo, sencillamente, de dejarse llevar por la emoción, por haber sido testigos, unos miles en la Fortaleza y muchísimos más por TV, de una noche épica, de un duelo que quedará en la historia.

El Lanús de Jorge Almirón, y de José Sand, y de Lautaro Acosta, escribió acaso la página más gloriosa de su historia. Entre tanta tensión, también, el River de Marcelo Gallardo, tan poco parecido a aquellos sabios River de Gallardo en los mano a mano, escribió -o ayudó a escribir- una de las páginas más tristes de su riquísima historia.

Es cierto: hay explicaciones para esa quimérica conquista granate.

Tienen mucho para decir la colosal actuación del correntino Sand, el único hombre presente en el estadio que nunca dejó de creer en las chances de su equipo. Como la tozudez del Laucha Acosta para seguir insistiendo con varios de sus compañeros imprecisos, nerviosos o acaso hay que decirlo- sin la jerarquía que el duelo requería.

Y también hay pistas que entregan los del otro lado, los del equipo que llegó con ventaja y que estiró la ventaja al punto de que el estadio empezaba a aplaudir cálidamente a los suyos, como agradeciéndoles el haber llegado hasta allí: el muy mal modo de defender de River, las ventajas que dio su arquero, la falta de aplomo de sus volantes para poner paños fríos cuando Lanús era un vendaval maravilloso e incontrolable.

Tuvo de todo, la noche de Lanús. Un arranque a puro vértigo del local que obligó a los neutrales -pocos, muy pocos- a preguntarse por qué, con semejante capacidad, el equipo regaló casi 90 minutos en el Monumental.

Enseguida los dos golpes de River que parecían de nocaut: penal de Scocco primero y cabezazo goleador de Montiel después.

Lanús y su convicción humillaron a River en un partido que hará historia

La discreta tarea del colombiano Roldán, el descuento de Sand cuando se moría el primer tiempo, con complicidad de Lux.

Y el descanso, con un estadio casi en silencio a la espera del milagro.

De balcón a balcón, el grito de los hinchas de Boca gozando con la bronca de River

Y un segundo tiempo sencillamente inolvidable. Lanús, ese Lanús que había confundido prolijidad y convicción con ingenuidad y parsimonia, desempolvó sus mejores armas y revivió.

Y con él su gente. Sand primero con ayuda del VAR antes no convocado, Acosta después de que Scocco perdiera ante Andrada un gol decisivo -¿decisivo?-, Silva de penal -con otra ayuda del VAR que convalidó acertadamente la falta-.

Y un final dramático en el que el palo se lo negó a Pinola, Lux a Pasquini y la mala puntería a de La Cruz en 3 minutos.

Lanús y su convicción humillaron a River en un partido que hará historia

José Sand, el héroe de la clasificación granate a su primera final de Copa Libertadores (Marcelo Carroll)

Fue un frenesí de fútbol y de convicciones puestas a prueba. De un Lanús yendo, rebosante. Inoxidables Sand y Acosta.

De un River sin brújula ni voz de mando, con el flanco izquierdo desbordado y sufriente.

Y el final, angustiante, con la visita quemando las naves y el local paladeando un éxito que debía llegar sufriendo porque sufrida fue la serie.

Para River la historia se ofrece, cruel, para recordar aquella noche de Santiago, la del 2-0 que fue 2-4 ante Peñarol, más de medio siglo atrás. No tienen nada que ver con aquello estos jugadores que, sencillamente, dejaron de hacer pie cuando hacía falta fútbol, pero también carácter.

La historia, desde anoche, le hará un lugar al Lanús de Almirón.

Un equipo lleno de coraje en la mejor de sus acepciones: coraje para resurgir, levantar las banderas de su fútbol y llevarlas hasta la victoria. Nada, pero nada, puede ser más placentero cuando las cosas se consiguen así.

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